El Congreso estaba dedicado a la Educación por competencias: reto del milenio para la interculturalidad y la inclusión social y contó con una numerosa participación tanto de bibliotecarios como, sobre todo, de profesores y otros profesionales vinculados a la educación.
El último día, 28 de octubre de 2015, Javier Fernández Delgado intervino con la presentación que se puede consultar en la web de CIBES2015, basada en la comunicación titulada La biblioteca escolar digital móvil, cuyo texto completo, remitido el 15 de septiembre, se transcribe a continuación:
.........................
La biblioteca escolar digital móvil: un modelo
Javier Fernández Delgado
Fue
docente de Educación Secundaria.
Editor público, experto en edición digital.
Consejería de Educación, Juventud y Deporte de la Comunidad de Madrid.
Tipo de comunicación: carácter científico.
Resumen: a partir de varias
experiencias sobre el uso didáctico de los terminales móviles se inducen los
principios generales que deben regir la creación de bibliotecas escolares
digitales móviles, para su uso en el aula y más allá, así como los requisitos
preferentes que deben cumplir, de forma que puedan favorecer la educación de
las competencias digitales mediante su uso en las diferentes actividades
académicas.
Palabras clave: biblioteca escolar
digital, dispositivos móviles, movilidad, didáctica, publicación en línea, catalogación
móvil, competencia digital, Madrid.
Abstract: from various experiences on the educational use of mobile
terminals the general principles that should govern the creation of digital
mobile school libraries for use in the classroom and beyond are induced, as
well as the preferred requirements they must attain so that they may encourage
the education of digital skills by using it in different academic activities.
Keywords: digital school library, mobile devices, mobility, teaching,
online publishing, mobile cataloging, digital competence, Madrid.
Introducción: de la biblioteca digital personal a la escolar
Quien más quien menos, tiene una biblioteca
digital personal[i],
con numerosos documentos digitales desperdigados por el ordenador, el teléfono
móvil, la tableta y la nube. Todos ellos tocados en cierta medida por nuestra
mano o voluntad, por ello son personales. Libros electrónicos, correo,
mensajería, marcadores del navegador, el historial, documentos de las aplicaciones
y programas..., algo muy numeroso y en crecimiento. Y no muy bien organizado,
porque tiene una manera de existir muy diferente a la biblioteca física: no
ocupa apenas espacio, pero su volumen puede ser enorme. Una parte, además, la
llevamos siempre encima, accesible mediante nuestro teléfono móvil.
Con las bibliotecas escolares ocurre algo parecido: somos
conscientes de las bibliotecas escolares físicas, analógicas, pero no de las
digitales, que pensamos incluso que no existen. Pero las hay. ¿Cómo interpretar
sino la utilización que se hace en el entorno escolar de Internet y todos esos
documentos digitales? Su uso es constante y creciente, aunque en aulas su
penetración sea más lenta. ¿Cuántos estudios y deberes se apañan con Internet,
cuántas clases se preparan con ella también?
Es cierto que esos cumulonimbos de contenidos digitales no
son propiamente una biblioteca, ni están debidamente organizados, ni
catalogados, ni enlazados. Pero no podemos olvidar que son escolares y que parecen formar una biblioteca, aunque no
cumplan todos sus requisitos. Quizá merecen
formar parte de la biblioteca escolar, si encontramos alguna manera de
conseguirlo.
En esta comunicación
discutiremos los elementos constitutivos de una biblioteca que sea escolar y
también digital, qué dificultades prácticas se presentan y algunas posibles
soluciones. Añadiremos un tercer requisito, que sea móvil, para enfrentar los
retos que la realidad (móvil) nos presenta cada día. Examinaremos, por fin, la
utilidad que la biblioteca puede tener para la práctica escolar de la
competencia digital.
La metodología que seguiremos será inductiva, a partir de
casos particulares significativos. Interesa en particular exponer el punto de
vista de los usuarios, los miembros de la comunidad educativa, sus necesidades
e inquietudes, y, de paso, el de los editores digitales, que quieren que sus
creaciones se cataloguen y se usen en el entorno escolar.
Tomaremos como punto de partida diferentes experiencias
dramatizadas de usos
didácticos de los dispositivos móviles[ii],
muy útiles para comprender su casuística, las necesidades prácticas de los
usuarios y las posibilidades educativas que ofrecen. Así pues, compongamos una
escena: un miembro de la comunidad educativa sostiene en sus manos un teléfono
móvil inteligente (o una tableta) y quiere interactuar con la biblioteca
escolar. ¿Cómo puede hacerlo, qué puede hacer, cuándo, dónde? Sólo sabemos algo
del con qué: un terminal con sistema operativo repleto de funciones y apto para
aplicaciones de lectura y escritura que dejarían boquiabierto a cualquiera al
que se le hablara de ello hace sólo unos pocos años. Todavía estamos intentando
comprender todas las cosas que es capaz de hacer y utilizarlas[iii]
(Fernández Delgado, 2015). Es un ordenador poderoso de pequeño tamaño, con la
forma de teléfono inteligente (o de tableta), que podemos llevar con nosotros a
cualquier parte y en todo momento. En la práctica, la comunidad educativa
dispone de muchos, a título personal, aunque su utilización está restringida
por el momento. Su uso nos puede volver mucho más listos de lo que somos sin
él, como todos sabemos, y también algo más tontos, como sabemos también (Muñoz,
2015). La tecnología móvil ha añadido a Internet una nueva dimensión: un objeto
que puedes coger con la mano y llevar contigo a todas partes te permite acceder
a todos los recursos de Internet. Se refuerzan mutuamente (Cerf, 2015).
Bibliotecas escolares con catálogos en línea
Todas las bibliotecas escolares que no poseen catálogo en línea están fuera de alcance de los dispositivos móviles y no son accesibles, aunque sus fondos sean jugosos y su entorno acogedor. Pero no tienen acceso móvil, algo crucial. En la Comunidad de Madrid existen 1.629 centros escolares con clientes del programa Abies 2.0 para gestión electrónica de bibliotecas escolares, impulsado desde el Ministerio de Educación y desarrollado para las Comunidades autónomas, principalmente como consecuencia de la Ley Orgánica de Educación[iv] (LOE) de 2006 y su articulado referido a las bibliotecas escolares, que sigue perfectamente vigente ya que la Ley Orgánica para la mejora de la calidad educativa[v] de 2013 lo ha mantenido tal cual. Hace dos años comenzó la migración hacia una nueva versión, AbiesWeb [vi]que da acceso actualmente a 362 centros escolares madrileños. Permite acceder en línea al catálogo propio de cada centro, creado sobre todo mediante catalogación copiada, y gestionar préstamos y lectores, pero por el momento no enlaza a objetos digitales: cataloga únicamente objetos físicos, y contabiliza los ejemplares disponibles que se pueden dar en préstamo. Son las prestaciones propias de una buena biblioteca analógica, pero no digital, aunque el catálogo esté en línea.
FIG 01 Acceso mopac Madrid.
Busquemos este título, Guía del Madrid barojiano, una antología con rutas literarias editada por la Consejería de Educación. Diversas pantallas de resultados conducen hasta el registro completo, que es único y el mismo para todas las bibliotecas, ya que es un catálogo colectivo.
FIG 05 Ejemplares.
Los ejemplares se localizan en sucursales, que pueden ser bibliotecas escolares u otros. El resultado es óptimo y con accesibilidad móvil. Y sin embargo, sólo aparecen ejemplares físicos localizados en bibliotecas físicas, uno por cada centro escolar. Así son las cosas, hasta ahora, en las mejores bibliotecas escolares: no se catalogan obras digitales. Pero sucede lo siguiente: imaginemos que un profesor de Lengua o de Historia quiere que sus alumnos lean un capítulo de la Guía porque está preparando una visita literaria al Observatorio Astronómico[xi] (Fernández Delgado, 2014b). ¿Qué puede hacer, encargar la lectura del único ejemplar a sus treinta alumnos? ¿Que lo compren? ¿Conceder el plazo de un mes para completar la rotación del ejemplar entre todos los alumnos del grupo? ¿Fotocopias? ¿Dedicar una clase a leerlo en voz alta? Todas esas posibilidades las han practicado, con un ánimo a prueba de bombas, muchos profesores. Pero los tiempos han cambiado y surgen nuevas oportunidades.
Enlazar recursos digitales a registros propios
Antes no era posible, pero cuando se editó la Guía, en 2007, empezaba a generalizarse el apoyo de los poderes públicos a la digitalización del material cultural[xii], al que los editores se han ido sumando. También hizo lo propio la Comunidad de Madrid, que editó la obra en soporte de libro de papel y, tras un tiempo para permitir la venta de ejemplares, difundió la versión digital completa en formato pdf, para que cualquier público pudiera acceder a la obra en el seno de la Biblioteca Virtual de la Comunidad de Madrid, una biblioteca digital de editor, que cuenta con más de dos mil títulos con versión digital, de un total de tres mil en catálogo, editados por todos los organismos regionales. He aquí la ficha completa del título tal y como aparece en PublicaMadrid[xiii]:
El hiperenlace Digital (1,49 Mb)[xiv]
da acceso a un repositorio propio del editor (madrid.org/bvirtual) y la lectura
o descarga del archivo tanto en formato pdf como ePub[xv],
más específico para la lectura móvil.
Pues bien, quien consulte los catálogos en línea de las dos
redes de bibliotecas escolares madrileñas encontrará la Guía catalogada y la distribución de ejemplares físicos en algunos
centros sucursales, pero no encontrará enlace a la versión digital, que sin
embargo está disponible en la web del editor, un editor público. ¿Existe alguna
dificultad técnica para enlazar la versión digital del editor a la ficha
bibliográfica de los catálogos en línea? Dificultad técnica no, el estándar
MARC contempla el uso del campo 530 para «nota de formato físico adicional
disponible» y el 856 para «localización y acceso electrónicos». Algunos
catálogos colectivos utilizan esos campos para dar acceso a los registros de las
bibliotecas digitales vinculadas, como hace la opac de bibliotecas públicas con algunas obras de patrimonio
bibliográfico, en las que se indica «Documento
digitalizado en Biblioteca Digital de la Comunidad de Madrid[xvi]»,
dependiente de la Biblioteca Regional.
El enlace conduce a esta otra pantalla, sin legibilidad
móvil, por lo que hay que acercarse para leer el detalle:
En realidad no se está enlazando al recurso en sí (datos) sino
a otro registro bibliográfico (metadatos) del recurso, perteneciente a un
catálogo en línea diferente. Una vez aquí ya es posible pulsar en el enlace
directo al recurso para leer, interaccionar o descargar el documento final que
se busca. La aplicación gestora, en este caso Digibib, denomina Objetos
digitales al acceso página a página mediante un visualizador en línea y Fichero pdf al archivo completo con
texto electrónico incrustado buscable, copiable y descargable. Reserva el
término ejemplar para el volumen
físico que ha servido para la digitalización. El conjunto de la búsqueda es una
secuencia de pasos complicada, aunque parece inevitable por el momento.
Para convertir una biblioteca analógica en una biblioteca
escolar digital se podría aplicar la misma regla de catalogación que acabamos
de ver y conseguiríamos mucho: en el registro bibliográfico de una obra
aparecería también, si lo tuviera, el hiperenlace al registro que contiene la
versión digital o incluso al propio recurso, aunque esté en un catálogo o
repositorio diferente al nuestro que, en todo caso, debe cumplir los criterios
de fiabilidad que se quieran establecer. La fiabilidad es la marca de la
biblioteca escolar.
De esta forma, nuestro profesor de Lengua puede encargar la
lectura del capítulo de la Guía del Madrid barojiano, sin otros
problemas técnicos que la voluntad de los alumnos de acceder al enlace. Una vez catalogado y en línea, es accesible
desde cualquier terminal móvil situado en cualquier lugar con conexión, como el
propio Observatorio Astronómico, donde acaso el profesor se encuentra ahora
mismo con sus alumnos y les encarga otra lectura móvil. ¡Qué mejor lugar para
leer!
Así, en el catálogo en línea de la biblioteca escolar, que
ya es digital, consta tanto el ejemplar físico como el enlace a los objetos
digitales y el fichero correspondientes, si usamos la terminología anterior. Aunque,
para que todos entiendan, deberíamos hablar de ejemplares virtuales, alojados en estanterías virtuales, cuya localización o signatura topográfica es
ahora su URL, en vez de la CDU. Aunque
esas estanterías no sean propiamente nuestras, ello no debería importar; el
caso es, para unos, los profesores, poder referenciar y, para otros, los alumnos,
poder consultar y leer (en línea) lo que se ha indicado. Así las cosas, es
fácil, una vez comprobadas, como es lógico, las cuestiones de derechos,
permisos y licencias, completar el registro bibliográfico con hiperenlaces y
añadir la potencia de salto que para el usuario supone no sólo consultar el
registro sino brincar al recurso y leer, buscar, seleccionar, copiar, pegar,
subrayar, compartir los textos que allí se encuentran.
Obras catalogadas sin ejemplares físicos, publicaciones en línea
Examinemos un caso diferente: si la obra no tiene ejemplares físicos porque es directamente un archivo digital, ¿se puede catalogar e incluir en la biblioteca escolar? Poder, por supuesto que se puede, basta con enlazar; pero, ¿se debe catalogar si no cumple el requisito de pertenencia o la existencia física?
Sí se debería, si fuera un recurso avalado por un miembro de
la comunidad educativa que considera su interés didáctico, porque esas son
publicaciones como las otras, aunque no estén encarnadas en papel. La normativa
estatal recientemente ha perfilado el concepto de publicación en línea, que es la denominación correcta para esas
obras en soportes no tangibles de tipo archivo electrónico. El reciente Real
Decreto por el que se regula el depósito legal de las publicaciones en línea[xvii]
las define así:
e)
Publicación en línea:
Información o contenido
de cualquier naturaleza
difundido en un soporte
electrónico no tangible,
archivado en un formato determinado
y susceptible de identificación y
tratamiento diferenciado, que
sea objeto de difusión.
Los sitios web se
consideran publicaciones en línea.
Incluye tanto publicaciones editadas en formatos de archivo (pdf,
ePub…) que se pueden descargar (libros electrónicos, por ejemplo, u otros
documentos digitales) como sitios web, en formato html. El catálogo de una
biblioteca digital puede y debe catalogar
publicaciones de cualquier tipo, sean en soportes tangibles y con
ejemplares físicos, sean en línea y con ejemplares virtuales. Todas ellas
tienen autores y editores, pero se difunden de manera diferente: las primeras
utilizan la distribución de copias físicas de los ejemplares, las segundas
utilizan la comunicación pública en un sitio web, donde ponen a disposición una
copia u original virtual, que a su vez puede ser leída o copiada por los
visitantes y lectores.
Una biblioteca es un sitio donde se consulta, se encuentra y
se lee, gracias al catálogo y la localización de ejemplares. Una biblioteca
digital cumple también esas condiciones: se busca, se encuentra el registro y
mediante el hipervínculo se salta al recurso, que se puede ya leer allí mismo
(sitios web) o recoger de la estantería virtual, llevarlo con nosotros, y descargarlo
a una estantería virtual –carpeta- de nuestra biblioteca personal.
¿Se deberían catalogar publicaciones en línea? Pues sí, parece
lógico, aunque en la práctica no se está haciendo. Resulta que los ejemplares
virtuales están por todas partes, en forma de obras digitalizadas, de ediciones
nacidas digitales, de recursos educativos digitales disponibles en un sin fin
de plataformas, a los que se accede con un clic o una pulsación sobre su
hiperenlace. Aunque no están en el centro escolar sino fuera, se pueden considerar nuestras y de
nuestro catálogo, aunque otros las hayan digitalizado, o editado, o posean los
archivos y recursos en sus repositorios. Nosotros podemos replicar sus
registros y enlazar sus recursos. El ejemplar virtual lo podemos tener varios y
no uno solo, si cumple, claro está, los requisitos de derechos, permisos y
licencias que están establecidos, condición previa a la que hay que estar muy
atentos. Pero ahora además de los libros de texto y obras comerciales hay
muchos otros recursos de material cultural y educativo abiertos y gratuitos,
financiados con fondos públicos o por creación colaborativa o licencias que así
lo establecen. El impulso a la creación de contenidos educativos abiertos
procede de la Unesco, que en 2012 publicó la Declaración de París de REA[xviii]
que recomienda su uso prioritario. La biblioteca escolar digital debería poder
catalogarlos y… hacerlos suyos, nuestros, en cierta manera. Recordemos
que algo característico de toda biblioteca escolar que la diferencia de las otras
bibliotecas es que el mismo título se demanda simultáneamente por múltiples interesados,
lo que es más fácil de atender si son ejemplares digitales.
Desde un punto de vista técnico (y desde luego atendiendo al
grado de dificultad y de costes) hay dos tipos básicos de bibliotecas
digitales: las bibliotecas digitales de
registros y las bibliotecas digitales
de recursos. Estas últimas son las caras y difíciles, las que digitalizan
sus obras impresas y tienen sus propios repositorios dónde almacenan las
versiones digitales, que ofrecen para lectura o descarga al público que accede
en línea. Las otras sólo poseen registros, pero no recursos propios. Se pueden
hacer consultas mediante el catálogo en línea, incluso consultas en un montón
de catálogos a la vez, porque han sido cosechados y replicados para hacer
posible esa centralización de metadatos. Una biblioteca escolar digital puede
perfectamente contener únicamente registros, eso sí registros digitales, que
conduzcan con uno o dos saltos a los objetos finales. No es imprescindible que
tenga un repositorio con recursos propios.
En realidad la distinción que hemos mencionado, quién posee
o no el recurso, no tiene la menor
importancia para los lectores digitales, ya que tanto una como otra biblioteca les
permite hacer lo que más les gusta: consultar y leer, y no solo consultar. Consultar
sin poder leer de inmediato parece cosa de otro tiempo, el anterior a la era
digital, y ese hábito de lectura inmediata se está asentando profundamente en
los lectores y usuarios. Ahora con una diferencia de un clic o una pulsación
más, se puede acceder desde el registro de nuestro catálogo al registro de otro
catálogo y de allí al recurso final, o directamente al recurso final. En todos
los casos accedemos, y podemos decir que en ese sentido también son nuestros, compartimos el recurso con
todos los demás que pueden acceder y también es suyo. Acceso en vez de propiedad. Qué buena oportunidad de ampliar
la biblioteca escolar, tan escasa de presupuesto para nuevas adquisiciones y
con dificultades casi insalvables para disponer de bibliotecarios profesionales
que se ocupen de ella, que son los principales problemas que la acucian.
¿Qué recursos pueden pasar a formar parte de la biblioteca escolar digital y cómo registrarlos y catalogarlos?
Mencionemos unos cuantos fundamentales.
El Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del España, en
colaboración con las Comunidades Autónomas, trabaja en dos líneas de contenidos
educativos digitales, dentro del Plan
de Cultura Digital en la Escuela[xix]:
una línea de contenidos digitales de pago, Punto Neutro[xx],
ofertados por la editoriales comerciales en una plataforma común en la que
participan todos los agentes del sector (Catálogo de Recursos Educativos de
pago) y otro de contenidos en abierto, Procomún[xxi]
(Red de Recursos educativos en abierto), que es una evolución del repositorio
de contenidos educativos Agrega2[xxii],
que integra objetos de aprendizaje y experiencias docentes, por parte de la
comunidad docente y el alumnado, pero también por el público en general. Permite
buscar, consultar y descargar objetos de aprendizaje (artículos, preguntas o
recursos de aprendizaje) en distintos formatos. Contiene un repositorio en el
que la comunidad educativa puede encontrar y crear material didáctico
estructurado, clasificado de forma estandarizada, preparado para su descarga y
uso directo. Además se ha construido una capa semántica y una Red Social
Docente. A diferencia de Agrega2, en Procomún el usuario puede publicar él
mismo sus contenidos sin necesidad del
ulterior permiso de la autoridad educativa regional, filtro que limitaba mucho
la difusión de las creaciones.
Muchos profesores y centros recurren a estas herramientas
para crear webs personales y contenidos educativos, pero no siempre aparecen en
el buscador general, porque sus autores restringen su difusión y nos los
comparten. La cultura digital de los datos abiertos (Open Data) (Berners-Lee,
2009) está en sus inicios, y muchos docentes no la toman en consideración
todavía en lo que a difundir sus trabajos se refiere, aunque bien que nos gusta
reutilizar materiales que encontramos en la red. Las herramientas permiten que
el usuario medio alcance un nivel elevado de resultados, gracias a las plantillas
y otros componentes de uso sencillo. Pero a pesar de ello, se necesita
formación para utilizar las herramientas y la
oferta[xxviii]
es escasa.
Hay que mencionar Redined[xxix],
una red de información educativa colaborativa, que empezó como un proyecto
bibliográfico y se ha transformado en una biblioteca digital educativa de
recursos, ya que incorpora cada vez más obras a texto completo.
Además de estos contenidos didácticos, existen muchas bibliotecas digitales o virtuales de
primer orden, creadas en los últimos años, con estadísticas imponentes de
registros y recursos bibliográficos que, sin embargo, son poco conocidas y
utilizadas por la comunidad educativa, aunque sus creadores han tenido
exquisito cuidado en facilitar las relaciones entre ellas y la captura de sus
registros porque han implementado los estándares que lo permiten: unas poseen
repositorios propios nacidos de digitalizaciones también propias y otras son
agregadores, que recolectan los registros de las demás y a su vez los exponen
de tal manera que pueden ser a su vez capturados. Esta cadena es uno de los
monumentos de la cultura de nuestro tiempo, en la que los poderes públicos han
puesto su énfasis.
Veamos un ejemplo: si busco el Manual de Galdo en Europeana[xxx],
la biblioteca digital europea, aparecen 22 resultados, indicador de que ese Manual de Historia Natural: obra escrita
para uso de los alumnos de la segunda enseñanza en las Universidades,
Institutos y Colegios, escrito por el catedrático y defensor de la
instrucción pública Manuel María José de Galdo (Madrid 1825-1895), tuvo diez ediciones[xxxi]
y estuvo vigente como obra de referencia en muchos institutos durante medio
siglo[xxxii].
Algunos de nuestros abuelos o bisabuelos, debieron estudiar con esa obra.
El registro[xxxiii]
de la edición de 1848 señala que procede a su vez de Hispana[xxxiv],
que cumple en los repositorios digitales españoles funciones análogas a las de
Europeana en los europeos, es decir, constituye un agregador de contenidos de
las bases de datos de colecciones digitales. Una de ellas es la Biblioteca
Virtual de Patrimonio Bibliográfico[xxxv],
poseedora del recurso final, de dominio público, cuyo ejemplar digitalizado de
la primera edición de la obra procede del Instituto Cardenal Cisneros de
Madrid, donde el autor era catedrático. Esta obra forma parte a su vez de la
colección Bibliotecas
escolares históricas[xxxvi],
que reúne obras de algunos de los primeros institutos creados en España. Todo
este prolijo itinerario digital es transparente para el lector, que comenzando
en Europeana llega el recurso final y lo lee en dos pulsaciones. Dos clics.
Mucho menos de lo que hemos tardado en describirlo.
Otras bibliotecas digitales de recursos fundamentales son Biblioteca Virtual
Miguel de Cervantes[xxxvii],
Biblioteca
Virtual de Prensa Histórica[xxxviii],
y desde luego Project Gutenberg[xxxix],
Internet Archive[xl],
Biblioteca Digital Mundial[xli]
y la más reciente con filosofía abierta, Digital
Public Library of America[xlii]
(DPLA), que incluye la Biblioteca del Congreso.
Así pues, ahí afuera hay un volumen de recursos educativos o
potencialmente educativos para el que no sabemos qué adjetivo utilizar que le
haga justicia. Además, crece exponencialmente. Muchos, no todos, trabajan con estándares que posibilitan que sus registros
sean fácilmente capturados (cosechados, harvesting),
sin necesidad de que un catalogador humano vaya rellenando los campos, uno tras
otro. Véase a este respecto el catálogo de la biblioteca más grande del mundo, Worldcat[xliii],
que se alimenta de los catálogos de 30.000 bibliotecas (estandarizadas, eso sí)
y tiene 2.000 millones de registros de elementos para consultar, sin tener los
recursos finales, unos físicos y otros digitales, que sí poseen las bibliotecas
asociadas que se han dejado cosechar.
La cuestión de los estándares es uno de los temas
especializados en el que el profano se pierde fácilmente, por su complejidad,
pero que calienta las reuniones técnicas de los profesionales y provoca
polémicas sin fin, que sin embargo producen importantes avances y consensos. En
el ámbito educativo hispano los fundamentales son: SCORM[xliv],
para el empaquetado de los contenidos, y
LOM-ES[xlv]
(Learning Object Metadata, metadatos
para objetos de aprendizaje) para consignar los datos de catalogación de los
objetos digitales educativos (ODE). A la descripción bibliográfica se añaden
campos específicos para indicar el área
de conocimiento o materia y el nivel o contexto educativo al que va
destinado el recurso, que son filtros decisivos para localizar lo que interesa
y no perderse en la marabunta de resultados, experiencia frustrante que todo
docente conoce de sobra. Efectivamente, la sobreabundancia de resultados
produce mucho ruido documental si no
se puede hacer una búsqueda fina o facetada, o los recursos no están finamente
catalogados, que es la condición de lo anterior. Muchos docentes y alumnos
entran en los buscadores de las bibliotecas digitales y repositorios de
contenidos educativos y encuentran tanto que salen con la alforja vacía, por
las dificultades de discriminar y encontrar exactamente lo que les interesa.
Este punto plantea, entonces, un importante dilema:
¿catalogar o no catalogar? Catalogar es la condición para encontrar, pero
catalogar también es la muralla que echa para atrás a los interesados en
recopilar recursos educativos. Capturar catalogaciones hechas por profesionales
ya hemos visto que es la mejor solución cuando ello es posible, como en los
catálogos colectivos y en los catálogos
en línea de las bibliotecas escolares madrileñas.
¿Y cuándo no es posible capturar la catalogación y el
catalogador no es un profesional sino su autor, por ejemplo, o un docente que
descubre un recurso interesante en Internet? La experiencia de EducaMadrid ha
sido la de ir, por petición de los usuarios, hacia una solución de compromiso,
reduciendo los campos obligatorios de catalogación, para agilizarla, aunque
ello dificulte su localización en las búsquedas. Como los docentes no comparten
tanto como debieran, sino que hacen usos restringidos de los contenidos que
crean, se notan menos los efectos perversos de esta práctica, pero así están
las cosas: la cultura digital abierta todavía es superficial, incluso entre los
más necesitados de ella.
Por el momento retengamos con firmeza que la biblioteca
escolar digital puede ser excelente y sin embargo no tener un repositorio
propio; puede ser una biblioteca de registros, registros que se han capturado
de otros catálogos que sí poseen repositorios propios donde profesores y
alumnos pueden subir los recursos y objetos educativos en las mejores
condiciones posibles, y estandarizadas.
Catalogación móvil: compartir un enlace
Volvamos a nuestro profesor, que descubre un recurso interesante en Internet: si está en el ordenador puede crear un marcador en el navegador o enviar un correo o pegar en el enlace en un documento o nota electrónicos. Si tuviera permisos en el programa de catalogación de su biblioteca escolar, podría catalogarlo directamente.
Pongamos que sea un artículo de la prensa digital, por
ejemplo, el estupendo El
artilugio más popular de la historia[xlvi]
(Muñoz, 2015), que es un recurso educativo aplicable a cualquier asignatura. Y
supongamos que nuestro docente está en el aula o más allá, en la calle o el
Metro, conectado y leyendo las noticias en el dispositivo móvil. ¿Cómo puede
registrar ese recurso, que es una publicación en línea, en el catálogo de la
biblioteca escolar? ¿Debe hacerlo?
Desde luego que debe. La catalogación móvil, el pan de cada
día. Aunque sin disponer de la herramienta específica, los profesores y alumnos
ya capturan registros de interés educativo, los ordenan y los comparten o los
guardan. Lo hacen sin ser muy conscientes de ello, pero anuncian así los
caminos por donde debería avanzar la catalogación
móvil. Y ser algo de lo más fácil, si se desea que los docentes ejerciten
el músculo catalogador. ¿Qué tal si utilizamos una función que está presente en
todos los sistemas operativos móviles, la función de compartir entre una aplicación y otra? Sospecho que su inventor tenía
muy cerca un bibliotecario, si no lo era él. Procede de Android y la gente
utiliza esa opción todos los días varias veces para enviar algo a alguien o
tomar una nota. Su simplicidad y belleza son características. Con cuatro o
cinco pulsaciones se envía una noticia a un destinatario desde el navegador móvil
mediante un mensaje instantáneo de WhatsApp (o se completa una nota, un
correo…), sin teclear, con este resultado
Si nos fijamos, podemos reconocer un proceso de catalogación
automática, de captura de metadatos que
se reenvían al destinatario: concretamente la URL, el título del artículo, la
sección y el editor. El destinatario receptor pulsa sobre el enlace, salta al
recurso y puede leer. Ya está, completado el proceso. Gracias a tres elementos:
uno, a la opción de compartir del sistema operativo móvil; dos, a que el editor
utiliza el metadato html de title
para suministrar la información que considera fundamental y tres, a la
aplicación destino, que está preparada para recibir la catalogación. ¿Es algo pobre?
Sí, pero muy rápido, cómodo y elegante. ¿Y si la opción de compartir ofreciera
la posibilidad de hacerlo a una aplicación que conectara con el catálogo de la
biblioteca escolar y realizara un prerregistro, una precatalogación, que más adelante el mismo profesor, cuya cuenta es
la responsable, la completara? O el bibliotecario, si lo hubiese. Una
desiderata digital de una publicación en línea. ¿Habría que obligar a indicar
el área de conocimiento o materia y el nivel o contexto educativo al que va
destinado el recurso, para facilitar las búsquedas posteriores? ¿En el momento,
más tarde?
Una vez integrado en el catálogo de la biblioteca escolar,
el profesor puede recomendar el recurso a sus alumnos y facilitarles el acceso
al registro, a través del título (artilugio)
o el contexto educativo… ¿Es demasiado poco? ¿Tanto esfuerzo de catalogación y
creación de estándares para al final llegar a esto, una simplificación tan
básica? Se podría mejorar.
Desde el punto de vista del editor, la catalogación móvil es
un reto que no se resuelve solo atendiendo al metadato title del código fuente de la página, que es lo que captura la
opción de compartir. Hay metadatos para web más completos, como Dublin Core[xlvii]
(DC), que por cierto también aparecen en el código fuente de la página del
artículo que hemos utilizado, pero que la opción de compartir no recoge, aunque
pudiera hacerlo y con ello conseguir una catalogación más exhaustiva.
Corresponde a los editores digitales publicar datos y metadatos que sean ricos
y capturables (Bibframe[xlviii],
Linked Open Data, datos abiertos
enlazados[xlix]),
porque los editores queremos ser cosechados. Corresponde a los desarrolladores
facilitar los procedimientos técnicos de captura, tanto en los dispositivos
móviles, como en las tripas de las aplicaciones y programas de gestión del
catálogo de la biblioteca.
¿Y si catalogan los profesores, no podrían hacerlo también los
alumnos, con sus cuentas personales de la biblioteca escolar digital? Cuatro o
cinco pulsaciones en el teléfono o la tableta y se crearía nuevo prerregistro en el precatálogo con la cuenta del usuario. ¿A dónde puede conducir esto,
a un catálogo hipertrofiado y descontrolado, inutilizable, con registros
duplicados, catalogaciones incompletas o descuidadas, o incluso perversas? Quizás,
o quizás no. Desde luego, exigirá un mantenimiento endemoniado... Como
consuelo, pensemos en lo que (no) hacemos hoy día con nuestra biblioteca
personal digital..., y sin embargo sobrevivimos a la sobreabundancia
informativa, al ruido documental, a las limitaciones de espacio digital... Sois
expertos, amigos bibliotecarios y documentalistas, en organizar la información:
¿qué problema insoluble os va a plantear organizar un catálogo escolar digital
móvil de nada?
La biblioteca debe ser un agente mediador (Durban Roca,
2014) y, si se me permite regalar una metáfora, un arrecife de coral, una isla situada
en el océano de la información, al que vienen a alimentarse de forma rica los
educandos y educadores, gracias a las corrientes de nutrientes intelectuales,
debidamente filtrados, que concentra.
Comenzamos hablando de la biblioteca analógica, con
ejemplares físicos, continuamos al incluir en el registro enlaces a ejemplares
virtuales, lo que la transforma en digital; más adelante, añadimos registros sin
ejemplares físicos, primero archivos descargables, luego sitios web. Más tarde
propusimos capturas de registros ajenos y ahora catalogación móvil, capturas
sobre la marcha. ¿No es ir demasiado lejos?
La biblioteca escolar digital y la movilidad
Los adolescentes están movilizados, los jóvenes, los padres, los alumnos de secundaria y bachillerato, sus profesores también, los bibliotecarios, los documentalistas, los editores, todos estamos movilizados, salvo quizás los niños y algunos abuelos. Algunos están en primera línea, en las trincheras, como los docentes y los adolescentes discentes, que son los que más notan el impacto de las exigencias de la movilidad de los terminales, que piden mucho aunque nos den tanto a cambio: la lectoescritura móvil[l] (Lectodigitantes, 2014).
Exigen accesibilidad constante, 24/365, sin descansos.
Exigen conectividad, wifi o datos, cada vez más. Exigen batería, que se acaba
en un suspiro. Exigen cambiar el modelo de aparato cada poco, porque se queda
obsoleto.
Exigen, en fin, amigabilidad
móvil (mobile-friendly), porque
son potentes, pero pequeños y casi toda la Web está maquetada originalmente para
ser vista en pantallas más grandes, de ordenador. Los lectores despotrican (y
se largan) cuando llegan a una web que se ve fatal y con la que es difícil
interaccionar desde el artilugio más popular de la historia, del que hay unos
3.600 millones de usuarios (Muñoz, 2015), más que registros en Worldcat. Los
editores llevan (llevamos) tiempo mirando para otro lado, porque no saben si es
una extravagancia adaptar las webs ahora que ya funcionan bien, o un derroche,
que sus presupuestos no pueden soportar. Pero resulta que no, o que sí, que hay
que hacerlo, porque el tsunami móvil es tan grande que se ha producido el «Mobilegeddon[li]»
el pasado 21 de abril de 2015: desde esa fecha Google penaliza
en los resultados de las búsquedas a las webs que no son amigables[lii]
para el acceso móvil, bajándolas en la lista. También ofrece varios sitios
web de ayuda[liii],
lo que es un consuelo. Se trata de aplicar Diseño
web adaptable[liv].
A lo largo de esta comunicación hemos podido hacernos una idea sobre cómo se
visualizan (de mal) muchos sitios web desde la pantalla de un teléfono.
¿Cómo afecta todo esto a la biblioteca escolar digital? Pues
que además tiene que ser móvil: ¿precisamente ahora que faltan recursos para
hacer adquisiciones o para pagar a los profesionales venimos con lo de
ampliarla a lo digital y lo móvil, además de escolar, que ya era un
condicionante que limitaba sus aspiraciones? Pues sí, con eso venimos, porque
puede ser su salvación y la ocasión de crecer y desarrollarse, adaptándose a
los nuevos tiempos.
En consecuencia, el catálogo en línea que ve el público
(opac) debe ser amigable para las búsquedas y consultas en pantalla, como
algunos que hemos visto ya lo son, con una interfaz cuidada, que permita
interactuar cómodamente. Pero existe otro requisito importante: debe conducir a
archivos que se puedan leer bien en pantallas móviles y eso es una dificultad
añadida, porque atañe a los formatos de archivo con los que se difunden las
obras, cada uno con sus virtudes y defectos. Unos permiten la impresión y otros
no, unos exigen para leer estar conectados y otros no. Unos se pueden descargar
y otros no. BOE y BOCM publican la normativa en multiformato, mediante tres
estándares abiertos, pdf, html y ePub, para atender a toda la demanda.
Los dos últimos son propios de la lectura móvil, pero sólo ePub
permite interaccionar del todo con el texto digital, y subrayar o añadir notas además
de buscar, seleccionar y copiar en el propio terminal, utilizando aplicaciones
de lectura y escritura[lv]
(Fernández Delgado, 2014a).
Cada vez más bibliotecas digitales publican en línea en
multiformato y ofrecen diversas posibilidades de lectura o descarga. No obstante,
la mayor parte de ellas todavía tiene pendiente migrar hacia maquetaciones
amigables, así que a nadie va a extrañar que la biblioteca escolar digital móvil deba hacerlo también, cuando
aparezca el software ideal para ponerla en marcha. Hay muchos candidatos, unos
son programas privativos (AbsysEdu, Digibib…) y otros abiertos (Dspace, Koha, Kobli,
OpenBiblio, PMB…), que nuestras hermanas mayores, las bibliotecas
universitarias y de centros de documentación, están probando, ya que tienen
unas exigencias y problemas análogos a los nuestros, aunque un público más
exigente y especializado y, desde luego, mucho más presupuesto y personal. Pero también están
atrapadas en el tsunami de la movilidad y deberán movilizarse.
Amigos profesionales bibliotecarios[lvi]
y documentalistas, aquí hay mucho trabajo técnico por delante, con muchas
exigencias y poco presupuesto: justo lo que mejor sabéis hacer, creceros ante
las dificultades. El fruto a cosechar serán los enjambres de adolescentes
discentes que usen la biblioteca en línea del centro para encontrar los medios
materiales de trabajo, estudio e investigación que necesitan, y quienes
ocasionalmente contribuirán también con su grano de arena (o montaña) al conjunto, haciendo
aportaciones al catálogo común. Si se pregunta dónde está la biblioteca escolar
móvil se podrá contestar que en cualquier sitio donde haya conexión. Así mismo,
donde haya unos alumnos con un profesor habrá un aula digital si se conectan y
a acceden en línea a la biblioteca, estén o no dentro del centro escolar.
Competencia digital y biblioteca escolar
Ya la LOE de 2006 estableció en el artículo 113 la existencia de las bibliotecas escolares (Blasco Olivares y Durban Roca, 2012), y la Lomce de 2013 mantiene tal cual su obligatoriedad para los poderes públicos, aunque reste mucho por hacer, ya que el fuerte impulso hacia el fomento de la lectura ha amainado en la práctica, pero no en el derecho. La novedad con vistas a la era digital se encuentra en el nuevo artículo 111 bis sobre Tecnologías de la Información y la Comunicación, que se ocupa de potenciar los estándares, los entornos virtuales de aprendizaje, la incorporación de recursos didácticos para uso compartido con estándares abiertos, el uso de las TIC en el aula y la elaboración de un marco común de referencia de competencia digital docente que oriente la formación permanente del profesorado y facilite el desarrollo de una cultura digital en el aula, que a día de hoy va por la versión 2.0[lvii]. Los decretos de desarrollo de la Lomce establecen el concepto de Competencia digital a secas como una de las siete del currículo, tanto de Primaria[lviii] como de Secundaria y Bachillerato[lix], que afecta a todas las materias. El adjetivo digital aparece en una de cada tres páginas, lo que da una idea de su importancia.
Esta misma proporción mantienen, por ejemplo, los decretos
de la Comunidad de Madrid que establecen los currículos completos de Primaria[lx],
Secundaria[lxi]
y Bachillerato[lxii],
publicados el pasado mes de mayo, que contemplan el conocimiento y uso de las
«bibliotecas (escolares, locales…), así como de bibliotecas digitales» y la «utilización
de la biblioteca del centro y de bibliotecas virtuales»… En la práctica, están en
marcha múltiples iniciativas y actividades relacionadas con las TIC (Comunidad
de Madrid, 2014c) y en este momento se desarrollan en colegios e institutos
diversos Proyectos
de Innovación[lxiii],
en los que los seleccionados[lxiv]
sirven de avanzada en el uso de las TIC y cuyas ayudas podrían financiar futuros
proyectos relacionados con las bibliotecas escolares digitales.
Hay que destacar el nacimiento en Madrid de una nueva
materia en el primer ciclo de ESO, específica para el desarrollo de la
competencia digital, y obligatoria, ya que es de libre configuración
autonómica: Tecnología, Programación y
Robótica, que ha comenzado a impartirse en todos los centros en primer y
tercer curso en septiembre pasado, coincidiendo con la implantación de conexión
ultrarrápida a Internet. El programa prevé, entre otros, tratar de aplicaciones
para dispositivos móviles y de formulación de proyectos tecnológicos.
Precisamente, el salto del colegio al instituto, a los doce años, es un rito de
paso que muchas familias premian ya con el regalo del primer teléfono móvil
inteligente, justo a tiempo para que el sistema escolar se implique en la
formación para su uso.
Otras muchas iniciativas, públicas (Junta de Andalucía,
2013) o privadas (Baratz, 2015) agitan el debate sobre la adaptación de la
biblioteca escolar a la sociedad red o la creación de redes documentales
educativas que integren el mundo analógico y digital, con bibliotecas híbridas
y ubicuas o entes Becrea[lxv]
(biblioteca escolar centro de recursos para la enseñanza y el aprendizaje), Rice[lxvi]
(repositorio institucional de contenido educativo) o Crai[lxvii]
(centro de recursos para el aprendizaje y la investigación).
Parece transparente el empeño de los poderes públicos en
digitalizar la educación y que en ello le asignan un importante papel a la
biblioteca escolar, que puede y debe ampliar su ámbito al entorno digital y
móvil. El catálogo en línea puede ser una fuente contante de prácticas
competenciales, tanto consultas como catalogaciones, en todas las materias. La
utilidad de los registros aumentará si se recopilan en agrupadores[lxviii]
(o listas, como en Worlcat) que les den una unidad temática o didáctica que
cualquier profesor o alumno puede recomendar o utilizar. El provecho que la
biblioteca digital móvil puede tener para la práctica escolar de la competencia
digital es evidente.
Conclusiones
La biblioteca escolar digital móvil se encuentra en sus inicios formales, pero en la práctica inunda el entorno escolar: la comunidad educativa está «movilizada» y necesita que el catálogo en línea refleje la accesibilidad a contenidos educativos digitales enlazados, que hayan sido seleccionados y filtrados por la propia comunidad o procedan de catálogos colectivos, que incluyan publicaciones en línea mediante catalogación móvil por los propios usuarios. Estos serían los rasgos del modelo. Que aporte la mejor organización de la información, adecuada a la audiencia escolar. La utilización del catálogo puede ser la línea maestra del aprendizaje de la competencia digital en cualquier materia.
Referencias bibliográficas:
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competencia informacional en la enseñanza obligatoria a partir de la
articulación de un modelo específico. En Revista
Española de Documentación Científica. Pp. 100-112. En línea en formato
pdf.
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permanente es el siguiente paso de la evolución humana. En El País digital One, en
línea.
·
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·
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Escolares. En Portal del Lector.
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de sitio web.
·
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línea en el portal madrid.org.
·
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versión en línea en formato
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línea. Catálogo AbiesWeb. En línea.
·
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establece para la Comunidad de Madrid el currículo de la Educación Secundaria
Obligatoria. BOCM 20/05/2015. En
línea, varios formatos.
·
Durban Roca, G. (2014/01/20). El
concepto de biblioteca escolar como agente mediador es la piedra angular sobre
la que fundamentar su desarrollo en la era digital. En Blog biblioteca escolar.info. La
biblioteca escolar como herramienta educativa. En línea.
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los móviles, vamos a escribir. En Letra
15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de
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Fernández Delgado, J. (2015). Escuchando
con los ojos en la era digital. En Letra
15. Revista digital de la Asociación de Profesores de Español «Francisco de
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Junta de Andalucía (2013). Nuevas dinámicas para la biblioteca escolar en la sociedad red.
Resituar sus acciones y acompañar la transformación de la escuela. Documento de
referencia para bibliotecas escolares DR5/BECREA. Dirección: José García
Guerrero. Autoría: Glòria Durban Roca, José García Guerrero, Andrés Pulido
Villar, José Ignacio Lara Escoz y Dolores Olmos Olmos. Sevilla, 295 p. Publicación
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Lectoescritura digital. Blog en línea. La
biblioteca digital personal (15-8-2015); Escritura
dibujada, escritura tecleada y escritura dictada (13-9-2014), Escritura
digital móvil (24-9-2014), La
mejor forma de escritura digital (18-10-2014), Experimentos
de escritura digital 1. Teléfonos (26-10-2014) y Experimentos
de escritura digital 2. Tabletas (7-11-2014).
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Comisión Técnica de Bibliotecas Escolares (2011). Marco de referencia para las bibliotecas escolares. Coordinación:
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Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación. BOE. Legislación consolidada.
Incluye las modificaciones establecidas por la Ley Orgánica 8/2013, de 9 de
diciembre, para la mejora de la calidad educativa (Lomce). En línea.
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Gobierno de España. Comisión Técnica de Bibliotecas Escolares (2015). Informe de la Comisión 2014. Publicación
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Ministerio de Educación, Cultura y Deporte del
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Valverde Ogallar, P. (2015). Leer en Madrid: 100
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Citas
[ii]http://www.educa2.madrid.org/web/coordinadores-tic/inicio/-/visor/uso-didactico-de-los-dispositivos-moviles
[vii]http://www.madrid.org/cs/Satellite?cid=1343065588924&language=es&pagename=PortalLector%2FPage%2FPLEC_contenidoFinalNavegable
[xiii]http://www.madrid.org/cs/Satellite?c=CM_Publicaciones_FA&cid=1354373937245&language=es&pagename=ComunidadMadrid%2FEstructura&site=ComunidadMadrid
[xvi]http://www.madrid.org/cs/Satellite?blobcol=urldata&blobheader=application%2Fepub&blobheadername1=Content-Disposition&blobheadervalue1=filename%3DGu%C3%ADa+del+Madrid+barojiano.epub&blobkey=id&blobtable=MungoBlobs&blobwhere=1352859493306&ssbinary=true
[xviii]http://www.unesco.org/new/fileadmin/MULTIMEDIA/HQ/CI/CI/pdf/Events/Spanish_Paris_OER_Declaration.pdf
[xxviii]http://formacion.enlinea.educa.madrid.org/index.php?option=com_crif_cursos&view=unCurso&layout=default&id=341&lista=formulariobusquedabasica&iddepartamento=&orden=&cadenaBusqueda=portal+educamadrid&modalidades=&destinatarios=&areas=&niveles=&departamentos=
[xxxiii]http://www.europeana.eu/portal/record/2022701/lod_oai_bvpb_mcu_es_399232_ent1_.html?start=2&query=galdo+manual+1848&startPage=1&qt=false&rows=24
[xxxv]http://bvpb.mcu.es/es/catalogo_imagenes/grupo.cmd?posicion=7&path=21000007&presentacion=pagina
[lii]http://googlewebmastercentral.blogspot.co.nz/2015/02/finding-more-mobile-friendly-search.html?m=1
[liii]https://developers.google.com/webmasters/mobile-sites/?utm_source=wmc-blog&utm_medium=referral&utm_campaign=mobile-friendly
[lx]http://w3.bocm.es/bocm/Satellite?c=Page&cid=1188556258222&detalle=1&elemento=Boletin%2FCM_Seccion_BOCM%2FBOCM_pintarDetalleSeccion&idBoletin=1340455102860&idSeccionN1=1340455102873&idSeccionN2=1340455102880&idSeccionN3=1340455102888&idSumario=1340455102866&language=es&pagename=Boletin%2FCM_Seccion_BOCM%2FBOCM_detalleSeccion&subtype=eBoletin
[lxi]http://w3.bocm.es/bocm/Satellite?c=Page&cid=1188556258222&detalle=1&elemento=Boletin%2FCM_Seccion_BOCM%2FBOCM_pintarDetalleSeccion&idBoletin=1340457495164&idSeccionN1=1340457495177&idSeccionN2=1340457495184&idSeccionN3=1340457495192&idSumario=1340457495170&language=es&pagename=Boletin%2FCM_Seccion_BOCM%2FBOCM_detalleSeccion&subtype=eBoletin
[lxii]http://w3.bocm.es/bocm/Satellite?c=Page&cid=1188556258222&detalle=1&elemento=Boletin%2FCM_Seccion_BOCM%2FBOCM_pintarDetalleSeccion&idBoletin=1340457522929&idSeccionN1=1340457522942&idSeccionN2=1340457522949&idSeccionN3=1340457522965&idSumario=1340457522935&language=es&pagename=Boletin%2FCM_Seccion_BOCM%2FBOCM_detalleSeccion&subtype=eBoletin
[lxiii]http://www.madrid.org/cs/Satellite?c=CM_ConvocaPrestac_FA&cid=1354337532158&definicion=AyudaBecaSubvenciones&language=es&pagename=ComunidadMadrid%2FEstructura&pid=1109265444835&tipoServicio=CM_ConvocaPrestac_FA
Buenas noches.
ResponderEliminarDejo enlace a una base de datos realizada en OpenOffice Base para gestionar una biblioteca municipal o escolar.
El enlace es:
https://mega.nz/#!Qt8jDRpJ!YHOiEwB86x2x1oALK9W5fUCwyx13TDAc7v5OgX26JB0
Es necesario tener instalado OpenOffice o LibreOffice.
Hay que configurar los macros a nivel medio y la contraseña es «rmg»
Un saludo y compartid.