viernes, 30 de agosto de 2013

Leer en línea o fuera de línea

Antes sólo se podía leer fuera de líneasin más requerimientos que tener un libro impreso en la mano. Ahora, además, también se puede coger un lector electrónico que sustituye como soporte al códice de papel, y leer fuera de línea los archivos de libros que se tengan en la memoria interna o en la tarjeta.

Previamente tenemos que haber descargado los ebooks en el dispositivo, bien directamente desde la Red, para lo que necesitamos una conexión en línea, o bien copiándolos desde otro dispositivo, como un ordenador, en el que a su vez los hayamos descargado. Y así sucesivamente.

El final de este proceso siempre es el mismo: nuestro artefacto lector tiene un archivo más que podemos leer, un ebooky que se suma a nuestra biblioteca personal.

Otra forma de leer libros es en línea, estando conectados a Internet, como hacemos mientras navegamos y visitamos páginas web, como la Wikipedia. En este caso no disponemos de copias de las lecturas que sean accesibles cuando nos desconectamos. Sin conexión no se puede leer.

Entonces, ¿conviene leer conectados o desconectados? ¿La tortilla de patatas o la paella? Pues las dos, cada una en su momento y si una no se puede, pues la otra.

Wikipedia, la enciclopedia libre en línea por antonomasia, permite crear y exportar epubs elaborados con sus artículos en línea, y almacenarlos y leerlos sin necesidad de conexión. Como parte de nuestra biblioteca digital local.

El navegador Firefox dispone del complemento epubreader que permite abrir epubs en el ordenador, catalogarlos y leerlos sin conexión.

Google Play Books en su versión para para terminal móvil con Android (o Google Books, para ordenador) permite leer libros en línea, en nuestra biblioteca sita en la nube (en servidores que no son ni nuestro terminal ni nuestro ordenador). Algunos títulos es posible descargarlos como archivos locales, pero otros sólo son accesibles mediante conexión en línea. Eso sí, el archivo, que vive en la nube, es el mismo desde cualquier dispositivo que utilicemos, el ordenador, la tableta o el móvil, siempre que accedamos con nuestra cuenta; y el punto por el que vamos leyendo o los párrafos y marcadores que hemos seleccionado se sincronizan entre dispositivos, ya que, digámoslo así, sólo hay una copia central y no una en cada aparato.

El lector tiene acceso a esa copia en la nube pero no la posee ni la tiene en su biblioteca local. Acceso y posesión, dos formas de intermediar la lectura.

Es famoso el episodio en el que Amazon borró sin permiso el libro 1984 de los aparatos Kindle de los lectores humanos que lo habían comprado.

El acceso personal, como servicio que es, limita el préstamo a terceras personas, y en el libro digital están restringidas las posibilidades que nos parecen habituales en el mundo del libro físico: prestarlo o regalarlo cuando lo hemos leído. La razón que se esgrime es precisamente su principal cualidad: cuando se presta un archivo digital sacando una copia, ambos, prestador y destinatario, pueden disponer del libro y no uno solo, mientras el otro se queda sin él.

Imaginemos un mundo lector sin copias locales, en el que se lee siempre conectados y por suscripción, y se tiene acceso a una inmensidad de lecturas mediante el pago de una cuota. ¿Y si falla la conexión, o quiebra la empresa, o se sube a la parra con los precios? ¿Qué pasa con los libros que ya se han pagado?

En el otro lado, aunque los libros ocupan poca memoria, ¿debemos, podemos llevar nuestras copias digitales siempre con nosotros, a la espera de que las necesitemos? Qué engorro y cuánto trabajo recopilarlos, ordenarlos, transportarlos, comparado con el acceso inmediato en la nube.

Hoy por hoy, con los precios actuales de las tarifas de datos, importa mucho poder leer fuera de línea, lo que significa que hay que disponer de copias las lecturas en nuestra biblioteca digital personal. 

¿Es muy difícil fabricar ebooks?

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